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Vorpatril lucía un uniforme de desfile rojo y azul, con el cual se veía muy apuesto. La
señora Vorpatril estaba resplandeciente con un vestido color cornalina, con rosas
entrelazadas en su cascada de cabellos negros, maravillosos contra su tez blanca y
aterciopelada. Eran una arquetípica pareja Vor, sofisticada y serena, pensó Cordelia,
aunque el efecto se malogró un poco cuando comenzó a notarse que el capitán Vorpatril
estaba ebrio.
De todos modos, era un borracho alegre cuya personalidad sólo se exageraba un poco,
sin llegar a transformarse en algo desagradable.
Vorkosigan, acuciado por algunos hombres en cuyos ojos se leía un propósito, dejó a
Cordelia con la señora Vorpatril. Las dos mujeres se sirvieron unos canapés de las
elegantes bandejas servidas por criados humanos, y compararon sus informes
obstétricos. Lord Vorpatril se disculpó rápidamente para ir tras de una bandeja con copas
de vino. Alys planeó los colores y el corte del siguiente vestido de Cordelia.
Blanco y negro, para la Feria de Invierno afirmó con autoridad.
Cordelia asintió levemente con un gesto, preguntándose si en algún momento se
sentarían a comer en serio o si seguirían picoteando de las bandejas.
Alys la condujo hasta el servicio de señoras, lugar muy concurrido por ambas en esas
épocas del embarazo, y al regresar la presentó ante varias mujeres de su refinado círculo
social. Entonces Alys se embarcó en una animada discusión con una vieja amiga acerca
de la inminente fiesta que la mujer organizaría para su hija, y Cordelia se fue haciendo a
un lado.
Al fin retrocedió y logró apartarse (trató de no pensar «de la manada») para disfrutar
unos momentos de silenciosa contemplación. Qué mezcla tan extraña era Barrayar, en un
momento hogareño y familiar, y al siguiente ajeno y aterrador; el espectáculo no estaba
nada mal, aunque... ¡Ah! Eso era lo que faltaba, comprendió finalmente. En Colonia Beta
una ceremonia de semejante magnitud hubiese tenido una cobertura completa por
holovídeo, para que todo el planeta participara de ella en vivo y en directo. Cada
movimiento hubiese sido una danza de meticulosa coreografía alrededor de las cámaras y
los comentarios del locutor, casi hasta el punto de aniquilar el acontecimiento que se
estaba grabando.
Allí no había un solo holovídeo a la vista. Las únicas grabaciones eran las que
realizaba Seguridad Imperial, quienes tenían sus propias razones al margen de cualquier
coreografía.
Las personas de ese salón sólo bailaban para sí mismas, y su rutilante espectáculo
sería barrido para siempre por el paso del tiempo; al día siguiente la celebración sólo
existiría en los recuerdos.
¿Señora Vorkosigan?
Cordelia se sobresaltó al oír la voz amable a su lado. Al volverse se encontró con el
conde comodoro Vordarian. El uniforme rojo y azul denotaba que se encontraba en
servicio activo en la jefatura imperial... ¿en qué departamento? Ah sí, en Operaciones, le
había dicho Aral. El conde le besó la mano y le sonrió con expresión cordial.
Conde Vordarian respondió ella, también sonriendo. Ya se habían cruzado las
veces suficientes como para dejar de lado las presentaciones, decidió Cordelia. Y por más
que ella lo desease, este asunto de la regencia no iba a desaparecer. Ya era hora de que
comenzase a establecer algunas relaciones propias para no necesitar la guía de Aral a
cada paso.
¿Está disfrutando de la fiesta? le preguntó él.
Oh, sí. Trató de pensar algo más que decir . Es extremadamente hermosa.
Tanto como usted, señora. Vordarian alzó la copa en un brindis y bebió un sorbo.
El corazón de Cordelia dio un vuelco, pero ella identificó el motivo de inmediato. El
último oficial barrayarés que brindara por ella había sido el difunto almirante Vorrutyer,
aunque en circunstancias sociales bastante diferentes.
Casualmente, Vordarian había repetido su gesto con exactitud. Éste no era momento
para recuerdos angustiosos.
Cordelia parpadeó.
La señora Vorpatril me ayudó mucho. Es muy generosa.
Vordarian hizo un ligero movimiento hacia su torso. Tengo entendido que también
debo felicitarla. ¿Es niño o niña?
¿Eh? Oh. Sí, un niño, gracias. Se llamará Piotr Miles, según me han dicho.
Curioso. Hubiese pensado que el regente habría preferido tener una hija primero.
Cordelia lo miró, sorprendida ante su tono irónico. Quedé embarazada antes de que
Aral se convirtiera en regente.
Pero sin duda ya sabían que iba a recibir la designación.
Yo no. De todas formas, suponía que todos los militares de Barrayar se
desesperaban por tener hijos varones. ¿Por qué supone que él querría una niña? Yo
quiero una hija...
Presumía que lord Vorkosigan tendría en mente la continuidad de su puesto. ¿Qué
mejor manera de conservar una posición de poder cuando la regencia haya terminado,
que convertirse en suegro del emperador?.
Cordelia se quedó asombrada.
¿Cree que él apostaría la continuidad de un gobierno planetario a la posibilidad de
que dos adolescentes se enamoren, dentro de quince años?
¿Enamorarse? Ahora fue él quien pareció desconcertado.
Ustedes los barrayareses están... Se mordió la lengua para no decir «locos».
Hubiese sido una grosería . Sin lugar a dudas Aral es más... práctico. Aunque ella no
podía decir que no fuese romántico.
Esto es extremadamente interesante murmuró él. Sus ojos se posaron unos
instantes sobre su abdomen . ¿Supone que él tiene previsto algo más directo?
La mente de Cordelia corría en forma tangencial a esa retorcida conversación.
¿Cómo?
Él sonrió y se alzó de hombros.
Cordelia frunció el ceño.
¿Se refiere a que si tuviéramos una niña, eso es lo que todos pensarían?
Sin duda.
Ella exhaló un suspiro.
Dios. Eso es... No imagino que alguien en su sano juicio pueda querer acercarse al
imperio barrayarés. Por lo que he visto, con ello uno se convierte en blanco de todos los
maniáticos resentidos. En su mente apareció una imagen del teniente Koudelka, sordo
y ensangrentado . También afecta al pobre sujeto que se encuentra cerca del poder.
Él asintió con la cabeza.
Ah sí, ese desafortunado incidente del otro día. ¿La investigación ha logrado algún
resultado?
Ninguno, que yo sepa. Negri e Illyan hablan de los cetagandaneses, principalmente.
Pero el sujeto que lanzó la granada logró escapar.
Qué pena. Vació su copa y la cambió por otra llena que le ofreció inmediatamente
un criado de librea. Cordelia observó las copas de vino con añoranza. Pero por el
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